miércoles, 18 de abril de 2018

'Aguacero', de Luis Roso: novelón!!!

 
 
    "El sacrificio siempre es en vano -afirmó el anciano-. Eso lo aprendí hace ya mucho. El sacrificio solo sirve como unidad de medida del compromiso que uno adquiere con una determinada persona, o una determinada idea. No se trata de la voluntad de cambiar nada ni de proteger a nadie, sino solo de demostrase a uno mismo dónde llega su lealtad a la causa. Demostrárselo única exclusivamente a uno mismo, sin que importe nada del exterior".

    'Aguacero', de Luis Roso, es una novela redonda, especial, profunda y dura. El protagonista es uno de los mejores de los últimos años. Se llama Ernesto Trevejo y es inspector del Cuerpo Superior de Policía, en 1955, especializado en homicidios (es un personaje tan bueno como Milo Malartel inspector Méndez o el capitán Arturo Andrade).

   "- Ahí demuestra usted sabiduría. Ayer me refirió su mujer lo de su difunto hijo que en paz esté. No todos saben recomponerse después de algo así

      - Bueno, el mundo sigue dando vueltas después de todo. Unos se van antes y otros después, y en lo que estemos aquí hay que tirar para adelante. No queda otra.

      - Ayer escuché algo muy parecido de otro padre como usted que está a punto de afrontar una pérdida semejante. En verdad que hay que tenerles mucho respeto a las personas como ustedes.

    - ¿Qué personas?

    - Los que saben sobreponerse al sufrimiento. No es tan sencillo".  

    De carácter peculiar, algo tarambana, mujeriego y cínico, pero tierno por dentro, como Rick de Casablanca, lo suyo es atrapar delincuentes, sin hacer uso de la tortura malos tratos ni ni malas artes. Además, físicamente es una mezcla entre Humphrey BogartAlbert Camus, aunque tiene solo 35 años.


    Desplazado de su hábitat natural, el Madrid de 'Chicote', de los soplones y los comunistas en la ilegalidad, deberá investigar el brutal asesinato de dos guardias civiles en un pueblo de la Sierra de Madrid.

    Allí, se someterá -siempre a su manera, estoica y burlesca- al cruel capitán de la Guardia Civil, a los poderosos empresarios de la presa, al cura del pueblo y a los extraños habitantes de un lugar remoto que empieza a mancharse con sangre.

    Su forma de ser, de truhán bonachón, pero nada iluso, nos hace disfrutar de un humor entre negro y sarcástico y de unas andanzas cargadas de poder y crítica social. Terribles son algunas escenas en el campamento de obreros andaluces o el comportamiento de la Benemérita en aquella época, en una España mísera, pobre, cobarde, vengativa y traicionera.

    "- Morir significa morir, se acabó lo que se daba, finito. Tampoco hay que graduarse en la Sorbona para saber eso.

       - Ernesto Hemingway, en uno de sus libros que escribió sobre España, puso que le había llamado la atención un dicho de este país: hay que tomar la muerte como si fuera una aspirina. Yo nunca he oído decirlo, y creo que igual fue invención suya, pero me parece que dio en el clavo, que ahí dejó condensado mucho de la manera que tienen ustedes de ser. El humorismo, por un lado, y por otro, el desplante y la naturalidad con que asumen el aspo a la otra vida".

    Pedazo de libro. Uno de los mejores que leí este año 2018. Con una conclusión diferente. Una novela con la que disfrutas a la vez que piensas. Mucha filosofía -de la buena- hay en ella. Es un novelón. Crudo y sin concesiones, donde el poderoso siempre gana.

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